El encuentro empezó con una breve introducción por parte de la Dra. Ana G. Juanatey, en la que habló sobre desarrollo sostenible en tiempos de COVID-19. En la misma, la académica comentó el precio que las economías deberán pagar para acelerar la recuperación económica: la priorización de los objetivos de crecimiento ante otros retos globales, sobre todo los ambientales que están codificados en proyectos como la Agenda 2030 o los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En la misma línea, la doctora mencionó que actualmente varias administraciones públicas están desmantelando muchas de las regulaciones ambientales aprobadas en el pasado. Antes de ceder la palabra al embajador, la Dra. García Juanatey preguntó al embajador cual sería, según su opinión, la posición china ante este dilema.
El Excmo. Sr. Rafael Dezcallar de Mazarredo empezó su intervención con una breve contextualización sobre el crecimiento de la economía china, en la que hizo hincapié en su rapidez. El país asiático ha sido capaz, en un período de tiempo relativamente corto, de eliminar grandes bolsas de pobreza dentro de su territorio.
Este crecimiento económico, naturalmente, se ha traducido en influencia política en la Comunidad Internacional. Por ejemplo mediante la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR, BRI en sus siglas inglesas), que ha llevado a cabo muchas inversiones en infraestructuras en todo el mundo, con especial atención a Asia y África. Si bien el embajador destacó los retos que la nación asiática tiene por delante a día de hoy (alto endeudamiento público y privado, las dudas generadas por el desarrollo de su sistema financiero etc.) una de las prioridades del gran país asiático a largo plazo es el desarrollo tecnológico y la transición hacia la economía digital como catalizador para desarrollar proyectos basados en la inteligencia artificial (IA). China ha desarrollado un entorno digital paralelo y competitivo al de Estados Unidos, y desea crear unas fuerzas armadas modernas con el objetivo de poder hacer frente a la influencia estadounidense en Hong Kong, Taiwán y la zona del mar del sur de China.
La relación entre China y Estados Unidos fue uno de los aspectos que el embajador analizó en profundidad. En concreto, habló del objetivo que ha perseguido EEUU desde que el país asiático empezó a desarrollarse: cambiar las reglas del juego de la globalización, que en su opinión han favorecido a China. En algunos casos ello se traduce en buscar un decoupling, que consiste en eliminar las cadenas de valor globales que considera favorables a China. Sin embargo, esto conlleva un elevado grado de dificultad, ya que muchas grandes multinacionales estadounidenses dependen de proveedores chinos. Otra complicación que tiene el gobierno americano con esta estrategia son las ventajas comparativas que, hoy en día, tiene la economía china: produce a un coste menor, cuenta con grandes infraestructuras y proveedores competitivos además de mano de obra abundante y cualificada y, finalmente, cuenta con el mayor mercado interior del mundo.
Tras esta explicación, el embajador describió cómo la economía china había reaccionado ante la pandemia provocada por el COVID-19. En concreto, mencionó que el virus afectó a las cadenas de valor globales y causó el aumento del desempleo y el cierre de muchas pequeñas y medianas empresas. Ello sucedió al inicio de la crisis, porque el país era el foco de la pandemia, y más tarde porque los mercados internacionales quedaron muy afectados. Si bien el golpe inicial fue duro, ya que el brote surgió dentro de sus fronteras, China ha sido la primera que ha podido controlar la pandemia, además de convertirse en el suministrador global de material sanitario como mascarillas o respiradores. Esto ha provocado un crecimiento aún mayor de la rivalidad con Estados Unidos, que se ha traducido en una lucha por la narrativa sobre la pandemia, con consecuencias como la retirada de EEUU de la OMS, que responde a la estrategia de EEUU de apuntar a China como culpable de su extensión.
En este contexto, ¿cuál debe ser la política exterior de la UE?.
La solución, para el embajador, reside en la búsqueda por parte de la Unión Europea de un espacio político y económico propio, no en un alineamiento automático ni con China ni con EEUU. La UE dispone del peso económico y político para poder hacerlo. Si bien la Unión coincide con EEUU en los valores políticos fundamentales que defiende y en que China debe abrir más su economía, incluyendo el sector financiero, no comparte la postura americana de llevar a cabo una guerra comercial con China ni de acabar con la globalización, las cadenas globales de valor y el sistema multilateral. Además, China, a pesar de su creciente influencia en el Este de Europa, ve a la UE como un posible aliado, que puede ser un contrapeso efectivo a la influencia estadounidense. Un ejemplo de todo ello es el acuerdo general de inversiones que se está negociando actualmente con la UE. Mediante este acuerdo, la UE trata de convencer a China para que abra más su economía a empresas extranjeras, pero a partir de una estrategia de colaboración y no de confrontación.
En el caso de España, el Excmo. Señor Dezcallar calificó las relaciones entre ambos países como buenas. Destacó que, a ojos de China, España no es un país secundario, dada su influencia en Europa, el Mediterráneo y América Latina. Sin embargo no se ha conseguido aprovechar todo el potencial económico de esta cooperación. A pesar de tener una balanza de pagos negativa con China (con una tasa de cobertura del 23%), hay muchas posibilidades de desarrollar una buena colaboración en distintos ámbitos como el comercio, las inversiones, la tecnología, el turismo, la moda, etc. Sin embargo, diferentes factores en la situación reciente de ambos países, así como como la situación creada por la pandemia desde el comienzo de 2020, han dificultado hasta ahora que se puedan llevar a cabo proyectos a corto plazo. En el futuro existen perspectivas muy positivas para desarrollar plenamente los diferentes campos de cooperación incluidos en la Declaración aprobada con ocasión de la visita a España del Presidente Xi Jinping en noviembre de 2018. Además, en este momento China ha colocado como objetivo para salir del parón económico provocado por el COVID-19 desarrollar el mercado interior -a diferencia de la estrategia seguida para salir de la recesión del 2008, basada en la construcción y las infraestructuras-, y aquí las empresas españolas, sobre todo las del sector servicios, pueden desarrollar proyectos interesantes en el país asiático.
En definitiva, China está claramente en un proceso de crecimiento y desarrollo, si bien aún hay sectores en los que está por detrás de EE. UU. Sin embargo, el embajador destacó en varias ocasiones que el interés de China en estos momentos es evitar la dependencia de países terceros en ámbitos clave como la tecnología, la economía o la defensa, más que reemplazar a EE. UU. como superpotencia en la comunidad internacional.
Relatoría elaborada por Luis Tort-Martorell
Alumno del Máster en Diplomacia y Organizaciones Internacionales